
julio 13, 2008
Día despejado por mariposas y enano

Dos visitas

julio 12, 2008
Lo vi decepcionante, lo juro

julio 07, 2008
Maithuna de Octavio Paz
Mis ojos te descubren
Desnuda
Y te cubren
Con una lluvia cálida
De miradas
*

Una jaula de sonidos
Abierta
En plena mañana
Más blanca
Que tus nalgas
En plena noche
Tu risa
O más bien tu follaje
Tu camisa de luna
Al saltar de la cama
Luz cernida
La espiral cantante
Devana la blancura
Aspa
Fijeza plantada en un abra
*
Mi día
En tu noche
Revienta
Tu grito
Salta en pedazos
La noche
Esparce
Tu cuerpo
Resaca
Tus cuerpos
Se anudan
Otra vez tu cuerpo
*
Hora vertical
La sequía
Mueve sus ruedas espejeantes
Jardín de navajas
Festín de falacias
Por esas reverberaciones
Entras
Ilesa
En el río de mis manos
*
Más rápida que la fiebre
Nadas en lo oscuro
Tu sombra es más clara
Entre las caricias
Tu cuerpo es más negro
Saltas
A la orilla de lo improbable
Toboganes de cómo cuando porque sí
Tu risa incendia tu ropa
Tu risa
Moja mi frente mis ojos mis razones
Tu cuerpo incendia tu sombra
Te meces en el trapecio del miedo
Los terrores de tu infancia
Me miran
Desde tus ojos de precipicio
Abiertos
En el acto de amor
Sobre el precipicio
Tu cuerpo es más claro
Tu sombra es más negra
Tú ríes sobre tus cenizas
*
Lengua borgoña de sol flagelado
Lengua que lame tu país de dunas insomnes
Cabellera
Lengua de látigos
Lenguajes
Sobre tu espalda desatados
Entrelazados
Sobre tus senos
Escritura que te escribe
Con letras aguijones
Te niega
Con signos tizones
Vestidura que te desviste
Escritura que te viste de adivinanzas
Escritura en la que me entierro
Cabellera
Gran noche súbita sobre tu cuerpo
Jarra de vino caliente
Derramado
Sobre las tablas de la ley
Nudo de aullidos y nube de silencios
Racimo de culebras
Racimo de uvas
Pisoteadas
Por las heladas plantas de la luna
Lluvia de manos de hojas de dedos de viento
Sobre tu cuerpo
Sobre mi cuerpo sobre tu cuerpo
Cabellera
Follaje del árbol de huesos
El árbol de raíces aéreas que beben noche en el sol
El árbol carnal El á rbol mortal
*
Anoche
En tu cama
Éramos tres:
Tú yo la luna
*
Abro
Los labios de tu noche
Húmedas oquedades
Ecos
Desnacimientos:
Blancor
Súbito de agua
Desencadenada
*
Dormir dormir en ti
O mejor despertar
Abrir los ojos
En tu centro
Negro blanco negro
Blanco
Ser sol insomne
Que tu memoria quema
(Y
La memoria de mí en tu memoria
*
Y nueva nubemente sube
Savia
(Salvia te llamo
Llama)
El tallo
Estalla
(Llueve
Nieve ardiente)
Mi lengua está
Allá
(En la nieve se quema
Tu rosa)
Está
Ya
(Sello tu sexo)
El alba
Salva
julio 02, 2008
Prelude du Fornication

junio 30, 2008
Viene viene
junio 29, 2008
Fetiches
A la mejor es políticamente incorrecto adorar esta estética, pero me encanta.
Cruda. II parte de II
Las madrugadas son buenas para escribir, porque de los poros de la piel surgen todas las pesadillas sin ningún filtro. Con los días triste que he pasado, ha vuelto un tormento del pasado, que quiero contarlo. Siempre guardé esta historia para mí, porque estaba avergonzado de todo lo sucedido, mas quiero hoy reconstruir esa historia, para poder bajarle al baño de los recuerdos y dejarlo en el drenaje del pasado.
Lo recuerdo, era un tipo que yo admiraba mucho. Me encantaba todo lo que hacía, todo lo que escribía, cómo hablaba, cómo lucía su rostro, todo. Desde lejos lo miraba, lo adoraba. Por meses lo seguí. Con el tiempo logré entrar a su círculo y tratarlo. Cuando menos me di cuenta ya estaba yo bien enamorado de él.
No me enamoré del personaje que representaba en el medio de quienes escribían, me enamoré de la persona, de su sensibilidad. Además él era todo lo que yo no era. Él era blanco, yo negro; no había entre nosotros grises, y eso me daba una fascinación algo especial.
Lo buscaba, lo perseguía, lo amaba en cada una de sus facetas. Un día me invitó una cerveza en la Cantina no. 1 de la ciudad de México, El Nivel (aquella que ya no existe). Se puso sincero conmigo y me dijo que siempre le había llamado la atención. Su declaración me dio pauta para cantarle mi deseo y mi amor. Ese día, me dio un beso y las cosas no quedaron claras del todo. No supe si eramos algo o nada. Pasó el tiempo y los besos era lo único entre nosotros.
Cada que quería verme, que quería escucharme, yo era complaciente y a cada uno de sus llamados estaba pendiente. Había días que nada más me hablaba de él, no se fijaba en mí, sólo hablaba de su Musa, de su cotidianeidad y ya.
Nos veíamos seguido y así transcurrieron seis meses. A la primera insinuación de mi parte para que hiciéramos el amor, él fue ambiguo. No me rechazó pero tampoco aceptó. Yo por mi parte, cada que lo veía me moría de ganas de morderlo, besarlo, abrazarlo, tocarlo. Cosa que nunca pasaba, porque luego luego que nos veíamos, me daba un beso en la mejilla y empezaba a hablar sobre él mismo. Si desviaba la plática era para hablar de su Musa, que si era bella, que si él todo el tiempo la deseaba y ella lo rechazaba, que aunque dormían juntos, ella no tenía ninguna iniciativa sexual, que él era el que tenía que estarla buscando todo el tiempo. Odiaba esas pláticas, pero mi enamoramiento me obligaba a escucharlas.
Entonces, volví a insistir que me hiciera el amor. Finalmente aceptó. Nos quedamos de ver en su casa de descanso. Primero fuimos a un bar a tomar, luego de unas cervezas partimos a su casa. Hablaba, hablaba y hablaba. No me besaba, no me tocaba, nada. Entré a su baño, me cambié. Salí con ropa ligera. Me senté a su lado en la cama. Le puse su mano en mi pierna. Me tocó tímidamente, fue todo. Mejor me mostró todo lo que había comprado para estar ahí en su casa de descanso conmigo. Que si iba yo a ser el primero en estrenar tal o cual cosa. Tomamos un poco más, comimos cosas deliciosas, platicó más sobre él; y seguía sin preguntar nada sobre mí, o mínimamente tocarme aunque fuera un pelo.
Ya en la madrugada, y sin haber perdido mi deseo hacia él, me lancé a besarlo vestido de mi poca ropa. Medio me correspondió. No fue un beso apasionado; mas sentir su rostro tan cerca del mío, me volví loco. Lo amaba, lo deseaba, me moría por él.
Sin pensarlo, me lancé encima de él, le fui quitando su ropa. Le quité su pantalón. Le besé el pecho, el rostro, las manos, los brazos, lo toqué. Medio me tocó, como sintiendo la consistencia de mi carne, como reconociendo mis formas. Me desbordó el deseo, y continué besándolo. En ningún momento tuvo una erección, pero creo que se compadeció de mí y acarició mi sexo, sin pretenderlo, me vine, me derramé; y así varias veces.
Pasaban los minutos y yo mantenía al máximo mi potencial sexual, y él, apenas y me tocaba, pero no tuvo ninguna erección. Me acariciaba con sus dedos, con su mano, nada más. Yo le buscaba la boca, el cuello, el pecho. Le derramé varias veces la espalda y ya.
La intensidad de mi deseo evitó que me diera cuenta de lo que estaba pasando. Con la entrada de la mañana, y sin haber logrado exitarlo aunque fuera un poco, y donde él sólo ayudó a batear mi deseo y amor, le pregunté: ¿No me amas, no me deseas, verdad?
Mantuvo el suspenso unos segundos muy largos, para decirme la verdad: No. Fue su respuesta. Como siempre, me derrumbé. Puse mi cara de payaso alegre. Sentí tanta vergüenza. Quería soltarme a llorar. Quería borrar todo ese suceso. Incluso una parte de mí, quería salir corriendo, desnudo y lanzarme al vacío. Pero no, mantuve la calma. No entendí por qué me invitó a su casa, por qué tenía condones en la cama, sino tenía nada para mí.
Con lo poco que quedaba de mí, le pregunté, por qué. Me pidió que no problematizara la situación, porque no quería que estuviéramos peleando. Después de un breve silencio dijo en voz alta, aunque creo que no me lo dijo para mí: "A la mejor si tú no hubieras tenido la iniciativa a la mejor me hubiera exitado, a la mejor no hubiera pasado nada. Sé que esto iba a pasar desde el momento en que te invité... Tienes tu sexo rasurado, eso no me gusta, no me exita. A la mejor, si no parecieras un infante, a la mejor". De ese comentario, pasó a preguntarme si yo siempre era así de "caliente", de "cachondo".
No me volvió a tocar. Con la entrada del sol por la ventana de su casa, nos bañamos por separado, nos arreglamos y partimos. En el camino, lo miré de manera insistente, quería que se molestara. Hablaba como siempre, de él, de él y sólo de él. Y yo en silencio, le dije todo lo que se me quedó atorado en la garganta, en el corazón, en la cabeza. Al final, lo único que pude articular es: "Te voy a olvidar, ya no te voy a amar". A él, le dio lo mismo.
Me discipliné, fui valiente. No lloré. Días y días pasaron y los suspiros me siguieron oprimiendo el pecho. ¿Qué fue lo que pasó? No sé. Sigo sin encontrarle sentido a esa historia. Una parte de mí, todavía tiene un sentimiento por él. Uno más de todos los ególatras que he amado.
Él no lo sabe, pero humedecí su almohada con mi llanto. Le dejé toda su cama saturada de mis líquidos.
¿Lo forcé? ¿Mi deseo mató su pasión? ¿Por qué no me amó? ¿Por qué me invitó a su casa, sino le atraía yo? ¿Qué pasó?
junio 28, 2008
Cruda. I parte de II
Luego de dormir día y medio completo, después de mucho trabajo, desvelos y dos o tres parrandas continuas, así como de una visita a un amante, que terminó en una despedida deprimente, creo que es necesario ordenar todo esos recuerdos para dejarlos en el pasado y poder continuar.
Qué puedo decir del alcohol. Me encanta. Es mi estado perfecto. Para empezar me gusta el vino tinto. Si se trata de una charla ligera, prefiero una cerveza fría. Si se trata de ser intensos, bailar, gritar y terminar exhausto hasta el día siguiente, prefiero el tequila, el cognac o hasta el mezcal.
He de decir que estos días, he utilizado el alcohol como base para subirme al tren de la alegría, de la fiesta, del carnaval. ¿Me ha resultado? Creo que sí. Me he divertido mucho, no le he dado oportunidad de que me dé cruda, aunque acepto que he hecho una que otra pendejada, o creo que más de dos pendejadas, nada que el tiempo solucione.
Sin embargo, a pesar de que le puedo dar de vuelta al alcohol para evitar la cruda del exceso, no puedo darle la vuelta a las cicatrices, que afloran cuando se me revuelve la cabeza. Hace un par de días, Monteverde me habló, quería verme. Quise ser un vamps, y bueno, me permití ir a visitarlo, hacer el amor y regresar como si nada a mi vida. Las cosas no fueron así.
Al final, en la madrugada, con el frío, me vino la tristeza. Sentí un frío que caló mis huesos. Me sentí enfermo, triste, desesperado. Odié la situación en la que me encontraba. Ese tipo no me amaba. A pesar de que el punto del amor no es tema de conversación entre nosotros, me dolió que no me amara. Qué yo no fuera punto central en su vida. Me niego a ser intrascendente en la vida de los demás. Cuando amaneció partí de su casa, como alma en pena, triste.
junio 23, 2008
Apachurro tu gatito

He de decir que hay días en los que soy una persona fracasada. Las cosas a veces me salen pero en serio mal. No sé en qué arte, pero solito me saboteo.
junio 21, 2008
Recopilación
La vida transcurre. Sólo eso. No quiero olvidar que soy, que existo.
*
Me he equivocado tanto. Me duele mucho eso:
*
Sangre de mi sangre
Llanto de mi llanto,
Parte de mi ser
y mi pensamiento
Eleva lo sufrido
a la aureola de mi alma
sobre llanto y sangre
de mi corazón deshecho
*
Uno de mis tantas llaves al sufrimiento. Espero que les guste.
Verso con el que alguna vez intenté suicidarme.
Ja- ja- ja-
Días difíciles
*
No sé cómo dominar mi espíritu. Las personas se molestan conmigo. Estos son días difíciles y tristes.
junio 20, 2008
Monstruo marginado y solo

junio 18, 2008
Te buscaré en la carne de los extraños

*
A la mejor, este es un juego peligroso. A la mejor. Pero creo que será algo emocionante.
*
Tomaré la carne de los extraños, para vestir su alma. Claro que para nada será el nirvana. Será una forma de hacer lo que la vida en la realidad me niega.
*
Sino sale la lumbre de mi interior, moriré calcinado.
Amantes platónicos

junio 13, 2008
Espectación

junio 12, 2008
Más tarde
No hay control. No hay sentido de la realidad. No puedo dormir, estoy algo muerto. Salí a caminar en medio de la noche y nada; no pasa nada. Parece que la vida no tiene ningún sentido. Estoy, creo, enfermo. Los días pasan, se convierten en años, y yo no vivo. La muerte me tiene en sus alas; no me deja transitar de vida a muerte. No se atreve a llevarme de una vez.
A la mejor, sabe que tengo un encargo, que no me puede llevar, pero algo encuentra la muerte en mí que no me deja vivir.