Hola Kiliwa, ahora que me he fijado creo que no he sabido nada de ti. Lo digo porque temo que ya no piensas en mí. Da melancolía saberse solo; se sienta uno en la oscuridad haciendo diálogo sordo con sólo la presencia de uno en un espejo. Y se mira uno y se consuela porque al menos uno existe o presiente que ocupa un lugar en este espacio. Y son todos los elementos los que en constancia nos dicen que nuestra carne grita sedienta de deseo y dolor por las ausencias.
Y las presencias, gotas de vida, se terminan iluminando en el pensamiento; suspirantes preceptos llenos de ilusión, que si es esto o aquello. Se construyen sin control; se imagina el aduraznado bello de la mejilla, la sonrisa sandía, los labios cereza, el cabello floral, todo. Y cuando una levanta la mano para acariciar lo imaginado, se desvanece en la ausencia del dolor de saberse loco y pobre de amor.
Lo único es el estruendo del hambre, del gozo nunca alcanzado de poder besarle, de decirle en la noche, en la oscuridad, entre susurros de amor: "Yo estoy contigo, escucha el golpe de mi corazón en mi pecho". De soltar lágrimas de alegría en su pecho desnudo, de acariciar la piel de sus entrañas, de morder el sudor de su cuello; puras fantasías...
Al menos, por hoy piensa en mí, en lo solo que estoy; no olvides que en mi cuerpo la sangre se agolpa, se congestiona con nada más tenerte en mi pensamiento.
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Y las presencias, gotas de vida, se terminan iluminando en el pensamiento; suspirantes preceptos llenos de ilusión, que si es esto o aquello. Se construyen sin control; se imagina el aduraznado bello de la mejilla, la sonrisa sandía, los labios cereza, el cabello floral, todo. Y cuando una levanta la mano para acariciar lo imaginado, se desvanece en la ausencia del dolor de saberse loco y pobre de amor.
Lo único es el estruendo del hambre, del gozo nunca alcanzado de poder besarle, de decirle en la noche, en la oscuridad, entre susurros de amor: "Yo estoy contigo, escucha el golpe de mi corazón en mi pecho". De soltar lágrimas de alegría en su pecho desnudo, de acariciar la piel de sus entrañas, de morder el sudor de su cuello; puras fantasías...
Al menos, por hoy piensa en mí, en lo solo que estoy; no olvides que en mi cuerpo la sangre se agolpa, se congestiona con nada más tenerte en mi pensamiento.
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