Y al final, mi alma descansa porque no quedó nada por decir. La última palabra que vertieron mis labios en su rostro fue un simple, sencillo, claro: "Adiós".
Me revolcaré de dolor, mas no hay pretexto para tomar el teléfono y hablarle. Nada quedó pendiente. Esa historia fue una estrella que consumió su energía y en el colapso del futuro "no hay nada" ha quedado.
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