junio 28, 2008

Cruda. I parte de II


Explorando mis sentimientos. Creo que eso es lo que voy a hacer en este momento:



Luego de dormir día y medio completo, después de mucho trabajo, desvelos y dos o tres parrandas continuas, así como de una visita a un amante, que terminó en una despedida deprimente, creo que es necesario ordenar todo esos recuerdos para dejarlos en el pasado y poder continuar.


Qué puedo decir del alcohol. Me encanta. Es mi estado perfecto. Para empezar me gusta el vino tinto. Si se trata de una charla ligera, prefiero una cerveza fría. Si se trata de ser intensos, bailar, gritar y terminar exhausto hasta el día siguiente, prefiero el tequila, el cognac o hasta el mezcal.


He de decir que estos días, he utilizado el alcohol como base para subirme al tren de la alegría, de la fiesta, del carnaval. ¿Me ha resultado? Creo que sí. Me he divertido mucho, no le he dado oportunidad de que me dé cruda, aunque acepto que he hecho una que otra pendejada, o creo que más de dos pendejadas, nada que el tiempo solucione.


Sin embargo, a pesar de que le puedo dar de vuelta al alcohol para evitar la cruda del exceso, no puedo darle la vuelta a las cicatrices, que afloran cuando se me revuelve la cabeza. Hace un par de días, Monteverde me habló, quería verme. Quise ser un vamps, y bueno, me permití ir a visitarlo, hacer el amor y regresar como si nada a mi vida. Las cosas no fueron así.


Al final, en la madrugada, con el frío, me vino la tristeza. Sentí un frío que caló mis huesos. Me sentí enfermo, triste, desesperado. Odié la situación en la que me encontraba. Ese tipo no me amaba. A pesar de que el punto del amor no es tema de conversación entre nosotros, me dolió que no me amara. Qué yo no fuera punto central en su vida. Me niego a ser intrascendente en la vida de los demás. Cuando amaneció partí de su casa, como alma en pena, triste.

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