enero 02, 2008

Sin expectativas, desnudo me presento para ti

Kiliwa. No te preocupes, sino pudiste verme fue por algo; digamos que ese algo fue el destino.
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Mejor, porque así inauguramos el año llenos de besos y deseos; muchos, pero muchos sueños acaramelados.
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Primero estaba muy ansioso, traía algo de furor. Mientras iba pasando el tiempo, anduve construyendo mil escenarios: y que si primero te beso aquí o allá, que si hago un discurso, que si es importante el diálogo previo o un rito… En fin, llegué a la conclusión de que mi pasión básicamente está modelada por clichés que de nada sirven. Sea lo que sea, lo construiremos en su determinado momento y punto. Voy hacia ti, sin ninguna expectativa. No me importa no controlar la situación. Iré sin ninguna estrategia. No le temo al desastre, así es la vida: aire, tormentas, a veces fuego, un poco de llanto, placer, sensualidad, algunos días nos encontramos iluminados por matices destellantes de color, otras, son notas melódicas que nos imponen ritmos diversos. Hay días pesados, con lozas de frustración, llanto, mucha, mucha vergüenza; la tromba enorme, apadrinada por estertores estruendazos inflados de furia.
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Suspiro…
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En estos días me he hecho acompañar por tus ideas, por los sonidos de tu libro. Lo he degustado en forma apacible y hedonista. A veces acompañado de un poco de vino tinto. Ha sido una experiencia llena de confabulación. Te estoy conociendo. No intento entenderte, mi interés es sentirte humano.
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(En otro momento te diré mi opinión de tu libro)
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Escuchar tu corazón, sentir la tibieza de tu piel, el alegre tintineo de tu risa. Tus ojitos llenos de ilusión. Tu pasión de otra época, digamos modernista. La fuerza de tus esperanzas.
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El lenguaje que te explique, que se aproxime a ti, apenas lo estoy construyendo. El lenguaje de ti se insinúa, aparece, desaparece; quiere ser. Es una promesa que crece con su propio argumento.
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¡Qué emoción!
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Las mejillas se me calientan (no es vergüenza). Las piernas me tiemblan. Contengo esa sensación y la alargo lo más posible. En un fragmento de segundo mi nariz recrea el aroma de tu cuello. Siento escalofrío y vuelvo a hacer diálogo conmigo. Me intento convencer de que no estoy loco: “Kiliwa existe, es real; no es masturbación febril de un espíritu en la penumbra del colapso”.

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