marzo 15, 2009

COLORES



El otro día estaba con unos amigos hablando de cuál es el color favorito de uno. No pude decirles cuál color es el que más me gusta, e incluso llegué a la conclusión que preguntar por el color favorito de uno es una estupidez, porque a excepción que uno sea obsesivo, uno no tiende a tener un color favorito de manera generalizada.

Lo que si ocurre, es que uno tiene una preferencia de un color según la aplicación que se le vaya a dar. Por ejemplo, una vez alguien me dijo que el color café en la ropa daba una apariencia de mediocridad, y desde entonces no me he podido reconciliar con el café, no puedo dejarlo de ver como un perdedor. Me encanta el azul, y por años lo escogí para presentaciones formales, sin embargo desde que llegó el Partido Acción Nacional (PAN) al poder, le tengo muchas reservas al color azul. Me gustaba el amarillo para situaciones casuales, pero el traer una playera amarilla obliga a los demás en tono despreciativo preguntar a uno si se es perredista (del Partido de la Revolución Democrática).

Luego entonces, el color rosita para vestir me da vómito, me recuerdo lo cursi, predeterminado de la feminidad, entre otras cosas; el color negro me encanta, pero siempre vestirse de ese color hace que te pregunten si eres Darketo, tienes baja autoestima, eres sectario o por qué razón usas ese color. Y si bien podría decir que lo que la gente piensa no me importa, la verdad es que en el campo de mi trabajo implica perder clientes así que sí tengo que considerar lo que piensen de mí.

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