agosto 23, 2008

Una vieja historia

No pasó hace mucho, bueno, a la mejor hace como tres años. Lo conocí, lo traté largo rato, sin llegar si quiera a rosar su mano. Un día, me decidí y le presenté mi amor en la más antigua cantina de la Ciudad de México. Las cosas no progresaron rápido. Creo que siempre escogí lugares y tiempo incómodos. La cosa es que nunca dio frutos esa relación.
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Un día, al fin, parecía que sí había algo entre nosotros. De mi parte, siempre lo estuve deseando. Digamos que se llamaba El Sudcaliforniano. Sin embargo, a penas y le depositaba un beso en la comisura de los labios, y se volvía a hacer el interesante. Era una lata, y a pesar, nunca perdí el interés, siempre soñaba y me exitaba pensando en él. En algunas noches, de esas en que hace mucho calor, hasta terminaba masturbándome con la recreación de su imagen.
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Lo seguía, lo complacía en todas sus necesidades, aguantaba las horas esperándolo para verlo, era un suplicio el deseo que padecía hacia él. El Sudcaliforniano nunca terminó de hacerme caso del todo. Cuando más lo deseaba, más escurridizo se volvía. Al final, yo esperaba que me mandara definitivamente a volar, mas no lo hacía, mantenía mi atención y la tensión del deseo.
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Un día, habíamos ido al cine. En la oscuridad de la sala, cuando empezó la película me dijo como entre verdad y chiste, que ahora sí le podía hacer todo lo que había soñado yo hacerle y se río.
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Me quedé tan shokeado que no hice nada. Al salir del cine me agarré de valor y lo invité a ir a un hotel (cosa que no del todo me gusta). Caminó en silencio un rato, y dijo No. Me sentí terriblemente avergonzado, creo que hasta me puse largo rato del color del jitomate: rojo rojo.
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Lo dejé de ver algún tiempo, luego un día me invitó a tomar unas cervezas a su casa. Tomamos mucho, y me dijo que podría quedarme. Observé que nada más había una cama, así que al fin pensé que el Sudcaliforniano y yo íbamos a hacer hermosamente el amor.
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Me dejó que me acercara a su cara y le planté un beso. Apenas y me lo correspondió. Así, durante un rato, lo fui acariciando esperando que tuviera una respuesta favorable, que medio correspondió. Fácilmente me quité mi ropa y acerqué mi cuerpo al suyo y lo desnudé.
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Pasó el rato y no tuvo ninguna erección el Sudcaliforniano. En unos segundo me acarició y me vine. El Sudcaliforniano frío, como si nada. Lo besé más de una vez, hice cuanto puse. Le bailé, lo acaricié y nada, no pasó nada.
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Al final, cuando mi frustración era evidente, dijo que se lo había imaginado que eso iba a pasar, pero es que yo no le gustaba, no le atraía, que él amaba y deseaba a alguien más.
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A la mañana siguiente fue más grosero el Sudcaliforniano, yo ya no le planteé ninguna pregunta y a pesar, fue más grosero, explicó que no era que fuera un impotente sexual, sino que no me deseaba, y bueno, él lo había intentado y nada.
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Ese día, antes de despedirme para no volverlo a ver, le expliqué que yo lo amaba, que todo esos años que lo seguí y le di mis atenciones era por ese sentimiento que le tenía. Descaradamente contestó que él no lo compartía.
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No lo volví a ver. No le escribí, nada supe de él, hasta hace algunos días. Me escribió un e-mail donde me dice que extraña mi amistad, y que lamenta que las cosas salieran tan mal, que yo fui aquel día explosivo, sexualmente hermoso, pero que él fue un fracaso y que desea verme.
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¿Lo veo? ¿Dejo las cosas como están, como si nunca hubiera recibido su correo? No sé, todavía tengo sentimientos hacía él y hasta un poco de resentimiento.

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