mayo 18, 2008

Dando vueltas en la cama

Foto tomada de: aqui-ali, Apres
Nada que decir. La tarde se consumió y vino la depresión de los tiempos actuales. Tiempos de desesperanzas. Cómo es posible que la vida de la mayoría circundante, esté plagada de fantasías.
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Me llaman, creo, perdedor. ¿Eso soy? No. Yo no lo creo, pero así me llaman. Me estudio en general y soy "masa", me veo en lo particular y no soy como nadie: soy único, raro. Loco a la mejor es la mejor manera de nombrarme.
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Hoy estoy enfermito, los días pasaron y caí en depresión; me escondí de todos mis amigos, amigas. En los rincones de mi conciencia estoy atrapado.
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No puedo entender como es posible que cosas nimias me afecten tanto.
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Hoy las escribo, creo, para olvidarlas, dejarlas en el pasado y continuar. Puede ser que también la gripa estimule mi vena dramática, pero sí hay elementos que son verdaderos, y así los sentí.
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Nunca me pasan cosas extraordinarias. Lo que me circunda es pura cotidianeidad. A pesar de eso, de la nada, me dio vértigo, me mareé, no reconocí el lugar donde estaba, todos me miraban, sentí miedo, luego como algo de vergüenza, humillación. Mi subconsciente me traicionó, sacó el verdadero yo que está dentro de mí.
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Los presentes me miraron y se rieron. Ellos no saben mi sufrimiento, mi paranoia, me dolor. Guardé las formas, retomé los estribos, pero ya era tarde, ya todos habían visto mi interior. Se burlaron.
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Triste salí, batallando, tomando mi medicina. Me sentí optimista y quise probar los dulces del paraíso.
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La verdad es que no tengo derecho a esos dulces del paraíso, mas convencí al portero del jardín que me dejara pasar. Intenté, sin éxito, más de una vez tomar esos dulces. Le puse mucho empeño, y nada. Luego, fui directo con el dueño, le hablé claro, le expliqué mi pasión por los dulces, frío estuvo conmigo. Me dijo que no tengo derecho a tomarlos, que lo mejor es que busque en un jardín que no tenga dueño y los tome.
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Conocí uno de esos dulces, lo intenté seducir de mil maneras, apenas y le pude robar algunos besos. Ese dulce traicionero nunca tuvo iniciativa; se dejó querer, sorbió las gotitas de miel que le dejé. No dejó que traspasara la barrera de lo permisivo.
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Luego de algunos meses, y hoy que tan frágil me encontraba, fui al refugio de sus mieles. Me miró, se conmovió de mí. Y ohhh¡¡¡¡¡ No quiso abrirme su pasión o su cuerpo a mi consuelo.
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Lo peor es que no existe reproche posible, no me quiere, no me desea, le soy indiferente en la manera en que más me conmueve. Su razón de ser conmigo, existe en el ámbito del pensamiento, de las ideas. La corporeidad le es indiferente.
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Yo, con mi fantasía, construí un todo enorme, hermoso, lleno de luces y de pasión. Iluminé todo de rojo. Y no hay nada. Hay color blanco, si acaso un poco de gris, y nada más.
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Fue un rechazo amable, nada agresivo. Tan pasivo que hoy me consume. Hoy estoy intentando superar todo ese declive, y dejar atrás la pasión por los dulces, por las mieles, por los placeres azucarados.
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Fue tan humillante; creo que nunca había intentado hacer eso, por el miedo al rechazo, al fraude. Ahora que lo intenté, fue doloroso, fulminante.
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A dos días de esos sucesos, me decaí. Se oscureció todo. Escuché por todos lados risas, chistes llenos de ironía, burlas, un cacofónico no, no, no, no, no. Luego, vinieron los mocos, la gripa, la infección de las anginas...

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