diciembre 12, 2007

Adiós

Chase Lisbon


Kiliwa. Cosas difíciles de platicar han acontecido. Si pudiera ponerle título a esta situación se llamaría "Esas cosas que suceden cuando se antepone el dinero". Sí, este drama se ha desarrollado alrededor del dinero.
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En pocas palabras jamás llegaré a describirte todo lo que siento y ha acontecido alrededor de esta historia. Lo que sí puedo decirte es que ella, mi amiga, era una mujer dulce y simple. Hace diez años la conocí; ella me buscó, insistió en ser mi amiga. Eramos como hermanos, íbamos de un lugar a otro, siempre juntos. Vivimos muchas cosas, algunas muy desagradables y otras de mucho mérito. Alguna vez en nuestra amistad, nos fuimos de parranda, despertamos una semana después en quien sabe donde, pero siempre nos turnamos para cuidarnos; fue una experiencia hermosas, llena de hermandad. Siempre decía: "Tú eres mi único amigo"; yo siempre le creí. Novias iban y venían. No importaba con quién anduviéramos, siempre eramos amigos. Ella con sus chicas, las hubo guapas, gordas, flacas, bonitas, de carácter espantoso, mojigatas, posesivas, pero siempre defendía nuestra amistad... Sin embargo, hace dos años, trabajamos juntos y conocí una parte que no conocía de ella. Luego me fue muy mal, tomé decisiones infantiles, desconocía el mundo de los negocios, y pumm, todo se vino abajo.
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Una nueva mujer llegó a su vida. Ahora ella y su pareja, me conocieron en la total desgracia. Desesperado como nunca; ya no eran esos días de antro, de desayunos en la cafetería Gandhi, de Hamburguesas en el Samborns; ahora eran días en que no traía ni un peso en la bolsa, donde escaseaba mi vestido, donde andaba luchando de un lado a otro desesperado por salir de tantas deudas. "Invítame un café" un día me dijo, le respondí "Mejor invítamelo a mí, no traigo anero".
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Y así fue, creo que se decepcionó de mí, eso creo. Ya no la vi más; cambió su teléfono, con trabajos me lo volvió a dar, un día llegó a la una de la madrugada, quería un favor, se lo di. Y ese fue el último día que la vi. Le he estado hablando por teléfono, la he buscado y nada, siempre ocupada. El día de ayer, le hablé a su celular y por fin me contestó, le dije "Hooola amiga", ella me dijo, "Hola, estoy ocupada, ahoritita te marco a tu casa". Esperé cerca del teléfono, pasó como una hora y nada, por un momento pensé que no se sabía mi número, así que le volví a hablar a su teléfono celular, me contestó molesta: "Ya te dije que ahorita te hablo, ¿no me puedes dejar en paz un momento?".
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Sí, me di cuenta que ella no me volvería a hablar por teléfono. Le hablé a un amigo para que me consolara, poco le importó, sólo me dijo que la gente era voluble, que eso no era importante, remató con que todo me lo toma muy a pecho, a la mejor ella sí estaba muy ocupada. ¿Será?
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Desde ayer eso me tiene triste. Yo la quería mucho, era como una hermana, me duele pensar que mi situación me volvió un pañuelo desechable. Todo por dinero, todo porque no pude dar más de lo que tengo. Pensé (y fue un sueño lo acepto) que envejeceríamos juntos, que en algún momento cuando ella se cansara de cambiar parejas, se asentaría y haríamos una comunidad de escritores frustrados.
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Hoy pedí otra opinión, fue a un conocido, él me dijo que a la mejor ella ya no veía nada en la relación, que los intereses nos habían separado, que ella tenía derecho de cambiar de opinión y escoger a sus amigos. Por lo que la conozco sé que si decidió mandarme a volar, no me lo va a decir en mi cara, sólo será grosera para que yo me aleje, para que me vaya de su vida. La conozco, sé que no tiene apego con la gente, y sin chistar se dará la vuelta y seguirá su vida como si nunca me hubiera conocido. Pensará que nada me debe, y nada la ata a mí. Borrará sus recuerdos sobre mí. Nunca volverá a pensar en mí. Ella era agua y yo aceite. Ella es hielo, yo soy lumbre. Yo sufro porque ya no quiere ser mi amiga, porque ha decidido que no le importo ni un céntimo; ella ni se inmuta, continúa con su vida.
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Yo la tendré atorada en mis recuerdos para siempre. Ahí en mi corazón se sentirá vacío por un tiempo, por un largo tiempo. Yo podría llegar a ser alguien muy importante, y ella aún así dirá: "Jamás lo conocí", así de fría es, la conozco.
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Y ahora al final de esa relación, puedo decir que como siempre, no importa la naturaleza de la relación, siempre doy demasiado. Las personas se acostumbran, nunca lo valoran. No se lo cobro y jamás lo haría, pero le di mucho, tanto emocional como en hechos, me merezco que me diga en la cara, de frente, mirándome a los ojos: "Te desprecio, no me interesas, aléjate de mí, para mí ya no eres mi amigo, ni me importas". Me quedaría callado y tranquilo; dolido, pero tranquilo.
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En cuanto pasan las horas, lo sigo pensando, los años de amistad, de tiempo compartido, de luchas vividas, me he ganado mi derecho a que me lo diga en la cara, no a que se esconda y me deje como tonto cavilando todo tipo de incoherencias, esperando que suene el teléfono.
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(Creo que por una vez en mi vida, seré valiente, dejaré que se vaya. Si no me quiere está bien, sé que jamás encontrará un amigo como yo. Nadie le dará tanto como yo doy. Desde este espacio que sé, que nunca leerá, porque a ese nivel llega su indiferencia, yo si me despido, nada más le digo adiós. Sólo somos polvo... y no importa que no me valores, que no te importe ni un poquito, que el pasado se te esfume de la memoria; yo te quise, te quiero y nunca te olvidaré).

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