En un mundo donde a nadie le importas. En un mundo donde nadie te quiere. En un mundo donde si protestas, eres torturado hasta la muerte; en ese mundo nada más queda espacio para la fantasía: La más dolorosa de las evasiones.
En ese mundo vivo atrapado, gozando lo impalpable. Robando besos en el aire. Perturbado, en el infinito del instante televisivo. Ahí, yo sentado enfrente del televisor, sufro, lloro, disfruto instantes robados a la nada. En ese mundo soy Dios gobernando, haciendo las cosas más locas. Soy todo y todos y cada uno. Ahí, en ese espacio inexistente, puedo ser alguien, puedo luchar, puedo ser todo, y el tiempo de vida no es un limitante.
En esos sorbitos de amor televisivo amo a Sara, amo a Grisson; los amo. Soy yo. Están conmigo, son míos, me pertenecen, me dominan. Ese es el único espacio donde tengo vida, tengo amor y le importa a alguien, aunque sea a Grissom o a Sara. Harán hasta lo imposible por amarme.
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